Confieso que hace unos meses no me apetecía tanto esta nueva película de Quentin Tarantino. Admirador, como tantos otros, de los primeros títulos de su filmografía, sus trabajos más recientes me dejan algo más indiferente. No me agradó el primer Kill Bill, más allá de algunos destellos; me interesó más (sin entusiasmos) el Volumen 2 , y me divirtió a ratos, simplemente, su Death Proof. Siempre destellos, siempre recuerdos puntuales de su enorme talento, pero lejos lejísimos de la desbordante calidad y novedad de sus primeros hallazgos.
Como decía todo esto me llevaba a una sensación de ligera indiferencia ante Malditos bastardos, que sin embargo ha decrecido cediendo espacio a un interés cada vez mayor. ¿Por qué? Nada que ver con la bien orquestada campaña promocional, ni con el bombo (y pompa, y platillo) con que Cannes recibe a su ojito derecho siempre que aparece con nueva peli. Simplemente, pienso que estamos aquí ante una historia que Tarantino quería contarnos desde hace mucho tiempo, y empiezo a estar convencido de que ha echado el resto, que se lo ha pensado mucho más que con las mamarrachadas y remixes de la Novia vengadora.
No menos cierto es que este Inglorious basterds no se parecerá en nada a lo que, ya hace años, Tarantino anunciaba que sería: El bueno, el feo y el malo en la Segunda Guerra Mundial, con un sueño preclaro: tener a Schwarzenegger, Stallone y Bruce Willis como rudos protas bélicos. Desde allí hasta aquí, los cambios han debido ser notables, y tenemos a Brad Pitt rodeado de un grupo bastante menos conocido...
...pero muy a tener en cuenta: Ojo sobre todo a Christoph Waltz, premiado en Cannes por su trabajo a las órdenes de, lo sabemos, uno de los mejores directores de actores del momento. Ojo a Melanie Laurent, rubia francesa descubierta por Quentin para el cine internacional -en Francia no necesitaba descubrimiento. Ojo a Michael Fassbender, o a Daniel Bruhl. Y a ver qué tal se defiende el director Eli Roth en su faceta de intérprete...
En definitiva. No creo que Tarantino alcance el nivel de Reservoir Dogs o Pulp Fiction, pero espero una película descarada, audaz, plena de talento, con instantes brillantes y ese habitual gusto por la violencia de diseño que, bien vista, es mucho menos explícita (y gratuita) de lo que siempre han querido demostrar los más fanáticos enemigos del cine de Tarantino.
Una de las citas del año. A disfrutarla en el Zinemaldi.