Alex de la Iglesia es uno de los
mejores directores españoles.
Sin duda, es el más capacitado para rodar la acción. Con acción no
me refiero a explosiones y persecuciones, no, el bilbaino puede rodar
una de las mejores escenas de acción de nuestro cine en los probadores de una tienda. Seguramente fue esa capacidad cinética
suya, unida a su gusto por lo tremendamente grotesco lo que consiguió
que Tarantino disfrutara de lo lindo con su película en el pasado
festival de Venecia, donde finalmente se llevó el premio de
dirección y guión.
Está claro que en esta película se
puede lucir, escapando del corsé que se impuso en Los crímenes
de Oxford. Él no es un artesano, no es simplemente un director
que cumple bien el encargo, necesita este tipo de historias
esperpénticas para sacar lo mejor de sí, como ya hizo en La
comunidad o en su gran obra, El día de la bestia.
Se ha configurado un reparto a su
medida, con Santiago Segura, con el chanante Carlos Areces con quien ya ha trabajado en Plutón Verbenero,
y sus "chicos de la Iglesia" Terele Pávez, Sancho
gracia, o Enrique Villén. Una mezcla explícita de circo
y violencia (porque implícitamente ya lo es el resto de su
filmografía). Espero sangre en la comisura de una sonrisa triste, y
espero una falta absoluta de miedo al ridículo.
Para espectadores dispuestos al exceso
y al más difícil todavía, para quienes aprecian la cultura
televisiva y para los que están casados de la misma memoria
histórica de siempre. Pasen y vean.