Empezando por el final. Ver como un hombre machaca la cabeza a otro repetidas veces con un pedrusco no es ni mucho menos algo que llame la atención hoy en día y menos en una película oriental. Que se haga con la tranquilidad del sonido del río y con un chaval mirando escondido, así como que suceda dentro de un pequeño recodo del guión pueden hacer que esto mejore.
El desenlace previo es un tanto extraño. Porque una cosa es que uno esté acostumbrado a dar por los buenos a una familia Corleone por ejemplo, y otra que pueda identificarse con las sonrisas de unos tipos sin escrúpulos que se cargan a quien haga falta antes de que cante. Seguramente la intención de Johnny To no era otra. Ha querido hacer una película realista y por ahí ha tirado, en muchos momentos resintiéndose el interés. En otros momentos consiguiendo un cierto aspecto ridículo, porque la realidad muchas veces también lo es.
Lo peor de la película es sin duda una cierta confusión que emborrona toda la esencia. Lo mejor, esa esencia que nos muestra desde dentro, sin exageraciones tontas, el mundo de las triadas. Violencia cruda, como por ejemplo la escena de los cuerpos en las cajas rodando precipicio abajo.
En cualquier caso, original e irregular. Tiene un cierto interés.