Debería darme buena espina esta película. Digo yo. Con dos actores que tanto me gustan como Gael García Bernal y Cate Blanchett, y con Brad Pitt en esos roles que de vez en cuando acepta y que dan lustre a su carrera. Con el director de Amores perros y 21 gramos, además de su guionista habitual.
Todo muy interesante, diríamos. Pero precisamente esos últimos datos son los que me asustan. Otra vez Iñárritu y Arriaga. Ambos dieron con un estilo fragmentado y nervioso muy propio, muy diferente, ya en su ópera prima, y apostaron por el mismo esquema en su segunda película. Muy bien. Pero me asusta que ahora, por tercera vez, incidan en lo mismo. ¿Qué valor tendría? La tontería nos la sabemos de memoria, ya.
Comentaba Sherlock, en su crítica sobre esta misma película, que el estilo Iñárritu-Arriaga tiene cosas que le gustan y otras que le molestan. Bueno, es un modus operandi tan personal, el suyo, que directamente hay que aceptarlo y entrar en lo que plantean; si no es así, mejor no ver sus películas. Pero, intuyo que tanto en mi caso como en el de Sherlock, la preocupación llega por ese aparente estancamiento estilístico y formal que, además, a este paso, influirá también en un estancamiento temático.
Mientras les siga funcionando en festivales y demás, seguirán apuntando las escopetas al mismo objetivo. Cuando todos se cansen de ver lo mismo, tendrán que hacer un esfuercito más y decir, coño, habrá que pensar otras cosas que contar. O, a lo mejor, es que soy yo el que tiene un problema y se cansa demasiado rápido de las cosas. No sé.