Ese genio que lleva el cine inscrito en
su ADN, ese mago que crea momentos inolvidables e iconos para la
eternidad, ese gran maestro, ha tomado dos terribles decisiones
consecutivas. La primera, la de sumergirse en ese mundo que no domina
que es la animación con un aburridísimo Tintín. La segunda,
esta película sobre un chico y su caballo, una historia en la línea
de las más entrañables aventuras de Lassie.
Matizo: por supuesto, hablo de
cuestiones artísticas y es que a nivel de taquilla ha funcionado de
maravilla su Tintín; y en este caso, parece que su ñoña historia
de lealtad animal va a ser una de las favoritas en los Oscar. Confío
en que sea una de esas tapadas que sólo con nominaciones rellenan el
cupo de espíritu americano.
Matizo: habrá que concederle unas
escenas cargadas de emoción con un caballo como máximo protagonista
de un entorno bélico, entre la épica, la superación y la gloria.
Un ritmo admirable teniendo en cuenta que el protagonista es un animal - chúpate esa Jean
Jacques.
Sin embargo, todas esas buenas virtudes
propias del rey midas se quedarán en un gran terrón de azúcar
lacrimoso y ñoño hasta el máximo empalague, en un simulacro de lo
que demasiados nostálgicos definen con desacierto como "el cine de
Spielberg". Me temo que quedará en un desperdicio de talento
dentro de una historia que no da para más, y de la que saldremos de
la sala con cierta condescendencia, intentando quedarnos con lo bueno
y esperando interiormente la próxima, quizá un proyecto ambicioso
como Interstellar o algo que él mismo se tome en serio como
Lincoln.
Por otro lado, al hombre que fue capaz de crear un villano de un camión siempre hay que darle una oportunidad.