Giorgos Lanthimos repite en cierto modo la fórmula de su anterior película, la exitosa Canino. Una premisa disparatada que se centra en un grupo de personas viviendo una mentira. La mentira como metáfora de la ficción. Sin embargo, si en aquella había una idea potente que cohesionaba toda la locura, aquí no hay más que situaciones inconexas que viajan sin rumbo.
En cuanto el film despliega sus cartas, dando a conocer su funcionamiento, sólo nos queda dar vueltas y vueltas a lo mismo, ver las mismas situaciones. De vez en cuando, alguna que otra salida de tono para buscar una llamada de atención, pero que no es ni mucho menos suficiente para mantener la atención. Hasta en eso, su antecesora sale ganando, pues era mucho más punzante.
El film habla sobre la pérdida, y se mire como se mire, lo hace de forma muy superficial. Un pequeño giro nos lleva a la idea de que ayudar al resto a superar una pérdida también es un valor para uno mismo. O de forma general, la necesidad de las personas para sentirse indispensables para otros. Para esto, un guión deslavazado, bastante tedioso, con un par de gracias chocantes y poco más. Puede ser interesante sólo para quien busque únicamente una historia bizarra y no pida mucho más.