La sensación de ser claro y conciso, tanto en la dirección como en el transcurrir del guión, aderezado de una banda sonora que permite descansar de un ritmo ni lento ni rápido, hacen de esta película un lugar para no perder el tiempo ni en grandes alardes de dirección plausible ni en intrusiones demasiado profundas de los personajes.
Con el eje principal de un actor que se come la pantalla con sus caras de preocupación y tristeza, con una línea de discurso serio y directo de puñaladas que preocupan, el claustro de actores que secundan se muestran limpios y la añadidura de interactividad con McArthy y el consenso con la muestra de tensión no del todo reflejada, la película es buena, necesaria en su justa medida y sin duda no merecedora de más minutos que la harían algo intencionada, no necesita regocijarse en sí misma, ya es grande corta, directa, sin entretenimientos, para qué más.