Con la exageración de un buque de mercancías peligrosas, la película juega con la idea de mostrar lo increíble desde la nada de un personaje pequeño pero con ansias. La creciente alegría de datos sumada a la simpatía hacia un protagonista bastante espabilado y guasón, permiten una primera media hora llena de positivismo sin perder la mirada de la realidad, cierta dosis de gamberrismo informativo y casualidad familiar.
Y es desde el momento de la relación pintoresca, llamémosla así, con Andy, cuando la credulidad se va al traste y deja paso a una situación entre fronteras que sirve para divertir y entretener, con buena calidad, pero sin demasiado gozo de guión. Al menos el nivel académico de planos mantenía las retinas bien ocupadas.
El final digno de mejores y mayores intenciones, no es más que otra burla, como las muchas que mantiene la película bajo la voz en off de Yuri. El público no es tonto, y su matrimonio un error incomprensible de guión.