Tómese la pregunta que sirve como título a la presente precrítica como retórica. Lars Von Trier es un inclasificable director que tiene de todo, menos capacidad para ser de género. Ojo, ¿es malo ser un cineasta de género? En absoluto. Sólo que cuando autores con rabioso estilo e impronta propia se inmiscuyen en el cine de género, los híbridos que se gestan son difícilmente comprensibles. Pongo el ejemplo clásico: Martin Scorsese en El cabo del miedo.
Von Trier ha coqueteado con el miedo en, por ejemplo, Epidemic. Sólo que su manera de hacer presente el miedo no fue tanto mediante el contenido sino mediante la forma, la atmósfera, mediante un lento e incesante goteo que te va ensuciando la cabeza e intranquilizando el alma.
En este proyecto, desde el minuto 1, Von Trier ha optado por la estrategia de marketing de defender que se trata de una incursión en el cine de género de terror. Habrá que creerle.
El título es El anticristo y la historia, como no podía ser de otra manera, se presenta claustrofóbica desde el número de personajes a una posible unidad de lugar. Me da miedo que Von Trier se pierda en intentos de querer experimentar en campos que no dejan mucho margen a la experimentación. Me preocupa el exceso de onirismo, pero no lo veo otro callejón de salida a la propuesta.
El director danés ha tirado de dos actores que lo que transmiten mejor que ninguno es inestabilidad e intranquilidad. Estoy hablando de Willem Dafoe (a bote pronto me quedo con La sombra del vampiro) y de Charlotte Gainsbourg, a la que hemos podido ver en La ciencia del sueño o Lemming.
Esta película está seleccionada para el Festival de Cannes 2009 y, sin duda, será uno de sus platos fuertes. Todo lo que no sea pataleta de críticos, creo que es un triunfo menor del enfant terrible.