Antes de empezar a hablar de la película me voy a permitir comentar la sala de cine en la que la proyectaron. Pequeña, con una pantalla exageradamente pequeña, demasiado alta para su cercanía y mal orientada. Además, una luz en cada lateral mucho más potente de lo que debiera molestaba al rabillo del ojo. Para colmo, lo único que suele estar bien en este tipo de salas, el sonido, era considerablemente malo. El tirón de orejas va para los cines Oscars de San Sebastián, a cuyas salas siempre juro no volver, pero en este caso no había otro remedio. Flaco favor para combatir el screener. Y ahora sí, la crítica. Me mojo dentro de esta polémica y doy mi sí a esta película de la que he salido bastante contento. Ante todo aclarar que esta película no es un thriller psicológico, lo segundo sí pero lo primero ni de lejos. La película no engaña, como ya comenta Munny, desde muy pronto vemos cosas raras y por donde van los tiros. Cuando finalmente todo es un sueño, a nadie debe sorprenderle demasiado porque ha sido claramente presentado como una experiencia onírica, del tipo que sea, desde muy pronto. Rápidamente salta la regla: “todo era un sueño” = fraude. Pero en este caso no es así, como toda regla no debe aplicarse a ciegas. El problema de “todo era un sueño” aparece cuando se muestra como una solución de última hora para arreglar un embrollo imposible. En este caso es el quid de la película, precisamente lo que se quiere contar, el sueño es la película que se ha hecho para el sueño. Otro problema de “todo era un sueño” es que el espectador se puede quedar con la sensación de que no ha visto nada. Otra cuestión que no es cierta, pues lo que vemos en esta película es independiente de un contexto real, ya que, está basado en el mismo inconsciente: La culpa. Una culpa que es injusta pero no por ello más fácil de eliminar. Si uno se para a pensar, de cara a un efecto dramático, poca diferencia hay entre una consulta de un psicólogo y el interior más recóndito de un sueño. Me parece brillante la manera en que está retratado este sueño. Nos encontramos ante un ejercicio de experimentación visual original que puede aportar cosas muy buenas, aunque también haya muchas cosas fallidas. Me atrevo a decir, aunque con la boca pequeña, que nunca antes había visto un sueño tan bien retratado en el cine. Y en esto, me retracto de lo dicho en la precrítica, Foster está muy bien en la dirección. El film está repleto de imágenes metafóricas y sugerentes sin tener que recurrir a los modelos habituales. Las transiciones, muchas de ellas son absolutamente impecables. Las escenas como la de las escaleras o la de las columnas son un placer. Parece mentira que un director que pareció demostrar una falta absoluta de imaginación en su anterior película “Descubriendo nunca jamás” haya sido tan visualmente ingenioso a la par que comedido en esta película. Benioff también tiene su importancia aquí, claro está. El guión está plagado de pequeños detalles (por ejemplo, para los ignorantes del francés como soy yo: “Tristan Reveur” era el escritor que se suicida a los 21 del que se habla en la película, Reveur significa “soñador” en francés. Esto es una pequeña tontería que sirve de muestra de muchos pequeños detalles, relacionados con la interpretación de los sueños o similares. Pero lo más importante es que consigue tomar un tema obsoleto y darle un enfoque moderno, y esto me interesa mucho. Se consigue una película de personajes, no de trama en un tema que daría pie a lo contrario. ¿Qué importa si era un sueño? En todo caso espero un segundo visionado para captar más matices.