El poso de esta película reside en la verdadera intención de la misma, con ese final un tanto deprisa y corriendo, con esa chica más o menos desengañada o miedosa a lomos de una bicicleta que transporta también a un niño, el futuro de una Alemania caída al menos desde el punto de vista de la sentencia de Hitler. En realidad, en estos instantes en los que la película parece ser franca en sí misma tan solo vemos un tejemaneje para hacernos pensar en positivo.
La temática intensa, la de verdad, en la que más horas de estudio se han gastado e invertido, es la mentalidad del supremo, gravemente aderezado con accesos de ira comprensibles pero de locura o senilidad no tanto, acompañado por una comitiva de seres cándidos, bien por ser los últimoa en darse cuenta de la necesidad de la huída, o por ser los primeros en apoyar un régimen que salvo en pocas excepciones tras la caída de su dictador desaparece. Si lo que se quiere transmitir es una agonía de pensamientos por parte de cualquier alto estado no va a ser muy distinto de cualquier otro vencido, si lo que se trata es de plasmar la sobriedad con que algunas personas se mantienen firmes a una creencias, tampoco hace falta entrar en ese llamado el hundimiento.
No es necesario entonces disfrazar lo que la mayoría de la película es, un documental teatralizado y bien, con pequeños conatos de cine bélico, o intenciones de relevancia a lo meramente artístico. Esto es cuanto no agrada, o al menos por corto y poco tratado resulta un tanto embarazoso. Si la línea de la historia es la señorita mecanógrafa, no me cuentes tanto dime y direte de generales, y al grano de la historia de la señorita, me hace pensar que está colocada como excusa para centrarse en lo que gasta más minutos y silencios gritados, el señor de bigote estrecho, sus secuaces mediocres, la magníficas escenas de lamentosa resistencia y una Eva más bien sobreactuada y fuera de lugar aunque estuviera allí.
Al menos, y no siendo esto demasiado motivo para la no aceptación, estos momentos realmente fieros son tan intensos como reales, con actuaciones inteligentes, firmes, con paseos de detalles en un búnker que no deja mucho margen a la maniobra y paseos de seres en los que se logra transmitir el cierto matiz de cada rostro en pos de ese final que los niños malditos no pudieron contemplar.