Barbara tiene todas las claves para
conseguir ser un sólido producto alemán de calidad que sin dejar de
lado al espectador más ocioso, ofrezca un resultado con cierto peso.
Y quizá ese sea su mayor problema: que tiene todas las claves, y ya
las conocemos.
El planteamiento es muy resultón, un
fondo con mucha miga y una trama principal amena. Como fondo, la
situación de la Alemania oriental en los años 80. El control
policial, las imposiciones, los peligros de la clandestinidad. Como
trama de primer nivel, la clásica relación del chico incansable y
la chica extremadamente difícil, que ha aprendido a ser hermética.
Todo en un contexto rural que da pie a mostrar esa sociedad en
concreto.
Pero claro, todo esto ya nos lo sabemos
y aunque el guión aporta algunas pistas falsas, está bastante claro
hacia donde se dirige y como y cuando llegará. Por otra parte, la
relación entre los protagonistas, que al principio se presenta
interesante, evoluciona con cierta torpeza y ni resulta creíble ni
alcanza hitos de valor. Toda la trama policial está igualmente
trillada y tampoco se llega a situaciones de suspense o emoción. Y
es que eso es lo que falta, emoción. Por exceso de corrección,
porque falta la chispa, porque el desarrollo no termina de ser lo
suficientemente verosímil para empatizar con los personajes y sus
conflictos.
En definitiva, uno termina de ver la
película con la feliz sensación de no haber mirado al reloj, pero
también con una decepcionante percepción de trivialidad, sin que la
experiencia haya aportado nada, sin que la obra haya dejado nada de
sí.