Nos encontramos ante el típico producto de imitación. Cuando existe una fuerte corriente es lo que suele suceder, entre obras sinceras parecen otras que son algo así como falsificaciones, y para mí este es el caso de "Thumbsucker".
Una vez dicho queda explicar imitación de qué es. Básicamente yo lo llamaría imitación de uno de los productos más valorados en Sundance. Historias pequeñas, con una buena música pop alternativa ñoñomelódica, con esas escenas de cámaras lentas, con ese volumen de la música compitiendo con los diálogos y con ese final, sonrojante por lo falsificación que es, del protagonista corriendo al ritmo de la música a todo volumen. Diálogos enriquecidos y crítica social americana. Todo perfectamente preparado para construir la imitación ideal.
Y podría no ser malo esto. Podría quedarse con una nota media de buen imitador. Algo así como la gula del norte. Pero no, por una razón: aunque Mills ha sabido imitar muy bien las formas le ha faltado sabe imitar la esencia.
Tiene un joven perdido como protagonista pero cuando termina la película sientes que no te ha mostrado nada de su verdadera personalidad. Es más, sientes que a cada escena la personalidad del protagonista iba transformándose al gusto del guionista. Continuamente te explican cosas sobre él, pero sólo dicho por la boca de personajes, realmente no se plasma a la vista del espectador, ni pronto ni tarde. Como él, tenemos al personaje de Keanu Reeves, que aparece y desaparece como el guadiana. Es fácil pintar un dentista hippie con pretensiones de psicoanalista, pero lo difícil es rellenarlo después, pintar dentro del contorno expuesto por una presentación. En definitiva, todos los personajes de esta película están completamente vacíos. Esto es imperdonable en una película de estas características, pues es precisamente un film de personajes.
Para colmo tenemos un guión que viaja a trompicones y que no tiene unidad alguna. ¿La historia de un joven que se chupa el dedo? Sí, en los primeros veinte minutos. Claramente el guionista no es capaz de sacar adelante la historia con esa premisa que queda recluida a la campaña de marketing. Otra de las peores cuestiones imperdonables es la absoluta falta de humor, ya sea explícito o soterrado, que requería una historia así. Aunque se busca la sonrisa en varios puntos se demuestra una sosez extrema y una personalidad gris tras el libreto.
Las buenas actuaciones, la maravillosa banda sonora de Tim DeLaughter, el entretenimiento suficiente o las críticas a la tendencia pastillera de la educación americana, no son suficientes para levantar una película con un guión mortalmente fracturado, con unos personajes que son marionetas sin alma y que se trata de una imitación que no ha sido debidamente disimulada donde el humor brilla por su ausencia.