Cuando uno se planta delante de un
slasher adolescente, lo que suele esperar es desconectar el cerebro y
aplaudir las escenas sangrientas. Con esta cuarta entrega de Scream,
sin embargo, no hay tiempo para desconectar. Si te despistas
un momento para explicarle una referencia a tu compañero de butaca,
o desvías tu atención hacia alguna información visual, te das
cuenta que te has perdido ese comentario que tiene retranca, doble
sentido, o esa norma no escrita que sale a la luz, o una pista
importante para entender el porqué de los sucesos posteriores.
Después de los excesivos juegos de la
tercera parte, comenzamos con un inicio de triple salto mortal, para
dejar claro que el rizo se puede rizar cuanto se quiera y conseguir
sorpresas insospechadas. En parte, también es una forma de decir que
en las 5º, 6º, 7º... entregas son cada vez más disparatadas.
Pero este no es un estudio sobre nº
partes, ni sobre secuelas tardías tampoco. Lo que le interesa a Wes
Craven aquí es el fenómeno insultantemente abundante de los
remakes de terror (algunos de ellos, de sus propias películas).
Scream 4 por tanto se articula como un falso remake (nuevo
concepto) de la primera parte de Scream o de Puñalada
(Stab), versión necesaria para que la película exista dentro
del universo de la saga, que viene a ser lo mismo. Al seguir el hilo
de la primera parte, esta película se aleja de las florituras y
excesos de las otras secuelas para ofrecer un terror más serio y más
duro. Se explican un par de normas de los remakes, aunque la
verdaderamente importante se desvela en el climax.
Al mismo tiempo, nos habla de las
tendencias en el terror de la última década. Las normas ya no
valen. Y aunque no hagan mención expresa a ello, es muy posible que
la saga de Scream, desgranando al detalle estas normas, haya
tenido mucho que ver en este cambio. El público está sobre aviso.
Encuentro un par de elementos en la
película que me hacen pensar en el otro gran éxito del director:
Pesadilla en Elm Street. Por un lado, la escena en del baño
de sangre en la habitación del vecino, que me recuerda al momento
estelar de Johnny Depp en aquella pesadilla. Pero principalmente ese
comienzo engañoso, la ficción dentro de la ficción, dentro de la
ficción, produce el mismo sentimiento de vértigo y desorientación
que el salto entre el sueño dentro del sueño, dentro del sueño.
Esa situación de vulnerabilidad de no saber si ya estás fuera del
sueño/ficción. Todo puede suceder en esos universos irreales, como
que tu amiga te apuñale mientras veis la televisión.
Decenas de referencias cinéfilas que
quizá requieren varios visionados. Muchas de ellas a modo de crítica
personal del director. Su menosprecio a la saga de Saw porque
"no desarrolla los personajes", al terror japonés por estar
demasiado desapegado de la realidad -concepto curioso para el creador
de Krueger- y especialmente cargado de mala leche, y reservado para
uno de los momentos clave de la película, el recital de la guapa
cinéfila sobre todos los remakes de terror que se han realizado en
los últimos tiempos. Por supuesto, no quedan fuera las nuevas
tecnologías, Internet, Facebook, Twitter y por supuesto, la
grabación digital en primera persona que tanto material ha dado
últimamente al cine de terror.
El juego de intriga, el viejo "quién
se esconde tras la máscara" funciona muy bien, básicamente, bajo
dos conceptos: por un lado, es un falso remake de la primera parte,
por lo que deber funcionar en cierta sintonía, y lo hace; por otro
lado, en el nuevo cine de terror -se nos dice- ya no hay normas.
Nuevamente, todos son claramente sospechosos y podrían ser el
asesino, pero esto no funciona sólo al estilo de la lógica del
crimen (que todos tengan un móvil), sino a un nivel mucho más
cercano al metalenguaje, como ya viene siendo habitual en la saga.
Hay decenas de guiños que podrían ser aprovechados por el guionista
para jugar (por ejemplo, una de las frases del comienzo es "prométeme
que no me matarás, pero...", lo que hace sospechoso de inmediato
al personaje citado). El director y el guionista, Kevin Williamson,
se divierten así, ofreciéndonos otro nivel de atención mientras
comemos nuestras palomitas.
En definitiva, una nueva entrega más
que justificada, que vuelve a dar más protagonismo al suspense, y
que juega bien sus cartas con la intriga. Scream en plena
forma.