El dios de madera es una
película sincera y coherente. Ofrece una mirada creíble sobre el
mundo de la inmigración, personalizado aquí en dos inmigrantes, uno
marroquí y el otro senegalés. En ningún momento oculta el lado
negativo ni tampoco caricaturiza a ninguno de los personajes, y eso
que podría caer fácilmente en la tentación, especialmente con el
joven gay diseñador de webs. Se consigue así unos personajes que
aunque diversos y peculiares, son creíbles; y unos hechos que,
aunque curiosos también, son aceptablemente verosímiles.
Sin duda el mayor problema es que a la
película le falta potencia, sólo se sostiene por los personajes,
pero ni tiene una estética interesante, ni se puede reseñar nada de
la dirección, ni encontramos ideas audaces en el aspecto formal. Simplemente vemos buenos personajes bien
interpretados, que no es poco. No hay tampoco un desarrollo del guión
precisamente apasionante. La película se queda un poco diluida y sin
llegar a aburrir, tampoco resulta estimulante. A esta historia le falta cine.
Por lo demás, una Marisa Paredes impecable, en un papel muy suyo; y unos actores en general muy en su
punto, incluyendo al protagonista, actor no profesional, que se
interpreta "a sí mismo" de maravilla. Lástima que su carrera como actor sea difícil.