Crítica de la película El exorcismo de Emily Rose por Iñaki Ortiz

La película era un poco lo esperado. Se salva muy fácil con la inteligente mixtura de géneros, lo que viene a ser en cierto modo la novedad –que como comentaba no lo es tanto. Judicial + Exorcismos hacen que la película recorra su metraje con soltura y sin que el espectador pierda la atención un momento. Pero no sólo la hace fuerte en entretenimiento, además esta opción consigue otras cosas. Para empezar hace más creíble, hasta cierto punto, la otra historia y esto puede colaborar con el miedo. Para continuar, quita peso a los rituales como ya se hacía en “El exorcista, el comienzo”, que ya resultan un tanto ridículos. Es una suerte.

Pero tampoco es que eso signifique que en esta película se evite del todo la carcajada, porque tiene unos momentos un tanto sonrojantes. Dos los interpreta el mismo personaje: el del doctor que asiste al exorcismo. Primero nos lo presentan con ese aspecto de profesor tornasol que da risa (y justo después de la caricaturizada antropóloga experta en exorcismos, que está más estereotipada que los personajes del Street Fighter). Y el segundo momento sonrojante viene cuando dejan claro que el personaje va a morir, y no paran de repetir lo esencial que será su participación en el juicio. Recuerda a una escena similar de “Hot Shots”.

Las escenas de exorcismo, mucho más realistas que las de “El exorcista” no terminan de llegar a serlo del todo. Por mucho que se ha presentado a la película de poco efectista, nos encontramos con efectos de deformaciones de caras digitalmente.

Los actores están correctos y los diálogos rozan peligrosamente el utilitarismo, y a veces el ridículo, aunque menos de lo que pudiera esperarse. Quizá lo verdaderamente malo es lo que no hay.

No hay ni una sola manifestación del diablo más allá de hablar lenguas muertas o extranjeras. Ha habido muchas opciones de introducir el verdadero sentido del diablo, la maldad, la tentación, las palabras susurradas al oído que hacen que actúes contra tu propia moral. Aquí se limitaba a parar relojes y dar portazos. No quiero ese diablo. Una pena, porque la factura no estaba nada mal y todo en general era más o menos aceptable.


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