Sucede pocas veces
pero algunos directores consiguen nombre con sus cortometrajes ya
antes del primer largo. Pasó por ejemplo con Nacho Vigalondo y sus
excelentes cortos, uno de ellos nominado al Oscar, o hablando de
Oscar también podemos citar a Borja Cobeaga. Ha habido también
saltos al largo muy esperados que no han llegado a producirse, como
es el caso de Tinieblas González que levantó una gran expectación
con sus dos primeros cortos, pero que finalmente sus proyectos de
largometraje no se materializaron. Aquí tenemos otro caso de un
director multipremiado en festivales (tan importantes como Venecia)
que por fin da el salto: hablamos de Eduardo Chapero-Jackson.
Algunos directores
con cortometrajes originales y atrevidos son absorbidos por el
mercado cinematorgráfico al pasarse al largo y terminan rodando
películas estándars. Otros conservan su esencia, como es el caso de
Vigalondo. Creo que este será de los buenos, de los
que llevan su forma de ver el cine, de unos cuantos minutos a la hora
y media, sin que se pierda nada por el camino. Esta será una
película atípica, con muchos elementos que formarán una especie de
fábula fantástica con mucha carga lírica y un tono de
contracultura juvenil. Esto, claro está, puede llegar a ser una
bomba que nos explote a todos los espectadores en la cara, pero si
algo necesita nuestro cine es apuestas arriesgadas y nuevos puntos de
vista. Es verdad que quizá peque de excesiva pretenciosidad y de
tener una carga simbólica demasiado gruesa, puede abusar de su condición de fábula.
Buen reparto con
dos actrices tan interesantes como Nawja Nimri y Verónica
Echegui. Entre los principales protagonistas tenemos nada menos
que al Duque, Miguel Angel Silvestre. La película participará
en la sección oficial del Festival de San Sebastián. Una gran
acierto apoyar este tipo de cine español.