La Troma nunca fue alabada por ser una gran productora de obras de arte cinematográficas. Sus películas siempre fueron destinadas a un público adolescente, gamberro y eminentemente nerd. Lo sabía perfectamente Lloyd Kaufman cuando fundó junto a Michael Herz su famosa compañía de serie Z y llevó a la gran pantalla a engendros tan divertidos como el Vengador Toxico. Pero, de un tiempo a esta parte, la industria del cine ha cambiado radicalmente. En un mundo como el actual, las producciones de este estilo quedan relegadas a la nostalgia de lo underground. Como no podía ser de otro modo, con los nuevos tiempos la Troma ha ido decayendo cada vez más, sobre todo gracias producciones tan desgraciadas como Tromeo y Julieta y la ultima entrega de las aventuras de su mutante predilecto. Por eso, con Poultrygeist: Night of the chiken dead, el propio Kaufman pone toda la carne en el asador y asume el rol de director para devolver a sus producciones el espíritu de antaño. No cabe duda de que lo ha conseguido.
Intentar explicar el argumento de esta película es imposible. Baste decir que el mensaje de esta producción puede calificarse como una critica a la moda de los restaurantes de comida rápida, por decir algo. No cabe duda de que la película se está riendo, a su vez, de producciones que han dado tanto que hablar como Super size me. El film incorpora además unas cuantas novedades en su desarrollo. Cuando Kaufman mencionó que La felicidad de los Katakuris, de Takashi Miike, le había influenciado en gran manera, muchos pensaron que solo se trataba de un guiño a un director que muchas a veces ha reconocido la influencia de los films de la Troma en sus películas. Nada más lejos de la realidad, encontramos unas cuantas actuaciones cantadas al inicio del film, como si de un musical se tratara, aunque sin la vertiente gore del film del japonés. Además de estar muy bien pensadas, las canciones son francamente buenas. No deja de resultar sorprendente las referencias de que bebe la película.
Curiosamente, el film funciona mejor cuando recurre a los chistes malos de trasfondo político que cuando se acerca al gore de bajo presupuesto. No obstante, la escena cumbre de la película es el ataque final de los pollos mutantes asesinos, un autentico festival de tripas de lo más desternillante, compuesto de una sucesión de muertes a cada cual más estúpida y sangrienta. El presupuesto en la producción se traduce en esta ocasión en más irreverencias, todas ellas de lo más divertidas, pero también en una duración un tanto alargada. ¿Hace falta hablar de los actores? Todos ellos son caricaturas -aparición incluida del propio Kaufman- y se dedican a hacer el payaso durante toda la película. Grandísimo es, entre otros, el personaje del empleado chicano, que más tarde se convertirá en una hamburguesa parlante. Sobran las palabras. En cada esquina hay escondidas pequeñas bromas surrealistas que los más observadores disfrutaran sobremanera. A destacar los cameos, como el de Ron Jeremy, o las referencias a la más diversa subcultura cinematográfica.
Si uno alquila una película de la Troma, ya sabe a que atenerse. Olvidaos de más pretensiones que las de divertir mediante un humor primario pero terriblemente efectista. Todos respondemos a este tipo de gags. El cóctel resultante es tan estrafalario como divertido y los ingredientes que lo componen inabarcables: Lesbianas de izquierda, pollos mutantes, nativos americanos… Añadámosle, entre otros, un graduado enamorado, activistas empedernidos, un empresario racista, integristas islámicos y el omnipresente Sueño Americano. Removámoslo todo con humor grueso y chistes baratos y sumémosle defecaciones, sangre a raudales, canciones, explosiones, vómitos, culos y tetas. ¿Alguien da más? Poultrygeist: Night of the chiken dead será una mala película, pero es innegablemente divertida y en ocasiones irreverentemente inteligente. ¡Tenemos Troma para rato!