Quien espere ver algo más japonés, más reflexivo, se va a quedar del color del haz de luz del proyector, sentado bajo él. Y eso que es una película japonesa.
Quien espere algo más relajado, más ligero, más gracioso, se va a quedar del color de las palomitas tiradas por el suelo -mientras come las propias. Y eso que es una pelicula con dosis de relax y momentos de alivio, de cierta ligereza.
Quien espere ver una de Kitano, se va a quedar del color de Kitano, amarillo, amarillo... Y es que aquí ni hay yakuzas, ni hay pistolas, ni Kitano es un policía hierático enamorado de una enferma terminal para la que no duda en robar, matar y lo que haga falta, con tal de regalarle un final digno, precioso, poético -hablo, claro, de ese desenlace sentido y maravilloso de ´Hana-Bi´.
Pero, claro, aunque la acción transcurra en tiempos pasados, Kitano sigue siendo Kitano. Esa legendaria figura popular llamada Zatoichi, ese icono cultural del país nipón, según la leyenda, es ciego, alto, fuerte y de larga melena negra. Kitano interpreta a este personaje casi mitológico, con su escasa estatura, su cuerpo ancho y, sorpresa, se aparece ante nosotros con el pelo cortito y oxigenado. Eso sí, sigue siendo ciego -aunque le convierte en masajista y aficionado a los dados.
Y es que Kitano nunca dejará de serlo, ni cuando tiene que rendir homenaje a los dioses de su patria: El cineasta que surgiera de aquel programilla llamado Humor Amarillo, se acerca a esta figura popular con una enorme dosis de ironía. Por supuesto, hay combates y hay violencia; esos combates, su coreografía, y lo directo y sencillo del estilo de las imágenes con que Kitano se acerca a la violencia samurai en las peleas, se agradecen, en estos tiempos de Matrix y de Revolutions.
Por eso, esta película satisfará a quienes busquen batallas y peleas de samurais, pero les sorprenderá por tantas otras cosas...
Contentará a quienes pidan un poco de ironía y de humor en una sala de cine, pero les impactará por otros instantes de gran dureza...
Y obsequiará a quienes decidan invertir 5´50 euros en verla, con un enorme, festivo y grandísimo regalo, un número de claqué coreografiado por el mismísimo Gregory Hynes -bailarín y coreoógrafo que participara en la fabulosa ´Cotton Club´, de Coppola.