Una cinta sincera, dulce y tierna. De las que puedes también olvidar al instante, para que nos vamos a engañar, pero que durante su visionado resulta agradable.
Un exitoso escritor de ciencia-ficción, quiere adoptar un niño, cumpliendo el deseo de su difunta esposa. Dado que él mismo no es una persona al uso, el niño que eligen que adopte, tampoco lo será.
Las reflexiones que tienen John Cusak y Joan Cusack (hermanos también en la película) sobre como los niños te absorben la vida hasta que desaparece tu intimidad o comentarios como “todos los niños son de Marte, al menos el tuyo lo reconoce” me parecen geniales y son el perfecto contrapunto a los momentos en que las dudas sobre la verdadera historia del niño aparecen.
La fuerza de la imaginación luchando contra un dolor indescriptible es una bella manera de enfocar una historia que conmueve mas que divierte, aunque pueda haber un cierto poso que la hace previsible.
Para ver sin prisas y con el estado de ánimo poco alterado, pero si se lo permites, puede tocarte la fibra sensible.