Dentro de no mucho tendrá que ir llegando a los cines Toy Story 3. Veremos por dónde va la cosa. No es momento ni lugar, aquí y ahora, para analizarla esa nueva secuela, si no para hablar del reestreno en 3D de Toy Story, la primera y sorprendente y divertidísima pieza original.
Es una película de calidad, de nivel, y sobredimensionada con justicia por lo que supuso como punto de inflexión para el arranque, poco a poco, de un nuevo cine de animación. A partir de Toy Story fueron llegando nuevas cimas. Bien es cierto que los puntos clave y las citas históricas quizá llegaron con otras películas posteriores de la casa Pixar. Pero de Toy Story siempre se podrá decir aquello de que sin ella, quizá nada de todo lo demás hubiese existido. O quizá así, pero de otra manera, o más tarde, o quién sabe.
De todos modos, de alguna manera me siento obligado a precriticar el reestreno y no el film así (cosa que no puedo hacer porque ya he visto la película). Como tal, no dudo que verla en 3D y en pantalla grande (no fue mi caso, en su momento) será una experiencia la mar de divertida, con Woody, Buzz Lightyear y el resto de la tropa. Pero tiene escaso o nulo sentido más allá de uno que, cuidado, también es legítimo: ganar dinero.
Disney tiene que recuperar por dónde sea y cómo sea, y sacar el máximo rendimiento a lo que uno ya tiene en casa siempre es buena idea empresarial. Para novedades, habrá que esperar a Toy Story 3, que ya veremos qué tal sale.