Una vez más me arrogo el derecho a hablar desde el punto de vista de quien sigue con sumo interés la saga, pero sin haberme leído previamente las novelas. De ahí que otras plumas más autorizadas serán las que alaben o critiquen en base a ese conocimiento previo.
Poco o mucho, según se mire, es lo que pedía a esta película, y no me ha dado lo mínimo. No quería demasiado hormona y he tenido taza y media de aventuras y desventuras en Hogwarts al más puro estilo de un revival de Sensación de vivir. Le pedía que al menos cumpliese la función que en sus respectivas sagas cumplieron El ataque de los clones y Festín de cuervos, pero no lo ha hecho.
La película se llena de momentos de relaciones amorosas entre los personajes principales mientras la trama casi se congela. El buen hacer del personaje interpretado por Jim Broadbent no es suficiente para mantener el interés. Mucho tenemos que pasar hasta que la trama arranca verdaderamente con el viaje de Dumbledore y Harry a esa suerte de planeta Krypton con mezcla de Moria en el que Harry se acaba enfrentando a un centenar de Gollums.
Pero aquí no acaba el refrito al que siempre he hecho referencia en esta saga. Si cada vez Draco Malfoy se parece más al estudiante enemigo del joven Sherlock Holmes en El secreto de la pirámide; el ataque inicial de los mortífagos recuerda, por seguir en la misma saga ya citada, a Superman 2; claro que las similitudes con la saga del anillo se acentúan cada vez más con la digamos "elección" de Dumbledore, al que hay que cambiarle el "corred, insensatos", por un "por favor..."; Hogwarts cada vez tiene una luz mucho más élfica; y la profecía de Harry cada vez se parece más a la de Star Wars. No pretendo extenderme demasiado en estos puntos, que personalmente restan cada vez más credibilidad a la saga.
Por otro lado, atisbo que hay auténticas malas elecciones de adaptación. Me explico. El guionista en cine tiende a dar el chicle excesivamente mascado al espectador. Tanto, que se pierden los matices y los claroscuros de lo escrito. No pretendo desvelar nada, pero hay una escena que deja a las claras cuál va a ser el final de la saga. Y vuelvo a repetir que no he leído un solo párrafo de las novelas. La verdad es que en este punto me siento un tanto estafado.
No quiero terminar esta post sin hacer el chistecillo de que debe ser realmente alto el caché de Ralph Fiennes, y que por eso su presencia no es necesaria en una película en la que se echa un tanto de menos a Voldemort.
Dicho lo negativo, resta ahora justificar el porqué de las dos estrellas. David Yates, director de la película, no le hace ascos ya a una dirección preciosista y barroca, que es capaz de recoger el testigo incluso de Cuarón. La fotografía se ha vuelto oscura, fría, metálica por momentos, y ello lleva a que escenas como el duelo entre Potter y Malfoy en los baños estén realmente bien. La ambientación en general me parece correcta, como muy interesante es la crucial escena inicial del juramento inquebrantable.
Es una pena que el personaje de Severus Snape haya sido tan desaprovechado en una película que prometía un rol principal e inexcusable para él.
Veníamos de un ritmo vertiginoso impuesto por las dos anteriories películas y que tengo la sensación de que se ha frenado. Un frenazo que tendría para mí algún sentido si al menos me hubiesen emocionado mínimamente con la gran apuesta dramática del film: la muerte de Dumbledore.
Volveré a estar en la primera parte de la séptima película, pero con un muy menor interés.