Me ha gustado esta película fría y joven, que aunque se muestra moderna para lo que suelen estar acostumbrados por la República Checa, mantiene las constantes vitales del cine abandonado de esas tierras. Poco que decir, aunque en este caso hasta se muestre dicharachero uno de los personajes, rozando el ridículo cachondo aunque eso sí, borracho y austríaco. Por otro lado, su fuerza visual consiste en ser firme y claro en su propuesta, dejando a un lado los adornos demasiado elegantes de cámara y permitiendo el paso a la concepción de poco que enseñar, mucho que mostrar de sus personajes.
Ambos jóvenes, en ese distinto arraigo que les hace intercambiarse, ambos en los sufrimientos de cada uno de sus lugares, demostrando la moraleja dura y hasta sosa del interior del ser humano. Ambos pierden algo y también lo encuentran. Ambos terminan por hacerse un hueco en un lugar en donde soñar y avanzar, cada uno a su manera. El sexo (explícito y valiente), presente en ambos, como un bicho que es totalmente inútil evitar en sus caminos y que acaban rechazando como sistema para seguir adelante tanto ganando dinero con él, como satisfaciéndose con él. Dos elementos distintos, donde observamos un relevo generacional muy de acuerdo con los tiempos que corren.
La armonía, y el sentir de que todo es lo mismo en cualquier lugar aunque huyas de otro que crees peor, es un sentimiento trasladado desde esas tierras, donde las leyes del universo rigen de forma distinta, haciándonos entender que al final los problemas son los mismos, las sensaciones las mismas cuando no puedes tapar los agujeros con dinero. Una buena conjunción de deseos con la muerte como reflejo en unos ancianos que nos hacen pensar a lo que vamos a llegar después de tanta lucha quizás valdía por un entorno mejor.