Tanto el personaje como su mundo, tan aparentemente exagerado, con cabezas de mafia tan sacados de sus casillas, dan a la película un tono de apagado relato que no termina por romper nunca.
Ni siquiera esos enlaces con el rap, a pesar de tomar cariño con el personaje principal a través de su imagen de niño, dan muestras de merecer del todo una comprensión de la falta de responsabilidad de las acciones y los sentimientos, puede ser por la lejanía del mundo, o también porque los detalles, pasados por agua a las mínimas de cambio, no son sufientemente intensos para hacernos fuertes unos estímulos que sólo llevan a pensar que la historia está remarcada para resultar más interesante.
Sin fiereza, sin intensidad, con actuaciones muy justas y una calidad de dirección muy limitada, creo firmemente el peor trabajo del maestro director Sheridam que tanto me ha gustado en otras ocasiones.