Basta saber de qué va esta película para sentirse interesado. La opera prima de Steve McQueen es una biografía de los últimos días de Bobby Sands, el emblemático miembro de la resistencia irlandesa que llevó el uso de la huelga de hambre hasta sus últimas consecuencias. El film nos traslada a la prisión de Maze, un centro de máxima seguridad en el que se retenía a los miembros del IRA en unas condiciones infrahumanas. Es un film que nace pues con vocación de polémica, aunque lo cierto es que sus responsables se las han ingeniado para tratar de ofrecer una visión alejada de cualquier tipo de partidismo.
Hunger destaca por contar las cosas con un estilo propio. Los recursos de que se vale su director son de lo más llamativos. Arriesgados planos fijos como los de la limpieza del pasillo o la extensísima conversación, desenfoques de imagen, primeros planos que insisten en la piel, los nudillos despellejados, las heridas lacerantes... Lo mismo ocurre con el sonido, centrado en la insistencia de ruidos cortados de golpe, como el chocar de las porras de los policías contra los escudos. Toda esta imaginería visual y sonora no es solamente estética, sino que cumple también una función narrativa. Steve McQueen es un director con una visión y unas ideas muy claras. Sabe lo que quiere mostrar al espectador y lo hace.
Como ya mencionaba, Hunger intenta ser una película ideológicamente neutral. Para ello comienza mostrándonos al funcionario de prisiones que tiene que revisar su coche en busca de bombas antes de salir de casa. Vuelve a mostrarnos el lado humano del conflicto a través del policía que no es capaz de participar en la paliza a los presos y lo certifica en el epitafio que sigue al final de la película. Lo cierto es que, aunque la película pretenda mostrarse indiferente, no consigue quitarse del todo esa lacra de historia de ladrones buenos y policías malos. Al menos lo intenta.
Podemos dividir el desarrollo del film en tres partes. La primera y más extensa se centra en las torturas llevadas a cabo en la cárcel. Este tramo está detallado con una crudeza y una fuerza impresionantes. En algunos momentos cuesta mantener la mirada fija en la pantalla. Aunque menos viscerales, las condiciones de las celdas de los presos también se nos muestran en todo su oscuro esplendor. El director tiene incluso la osadía de dibujar en la pared manchada de excrementos una espiral, a modo de estómago vacío que se devora a si mismo. Parece mentira que con semejante imagen se pueda hablar de metáfora sutil, pero así es.
Después de tanta sangre, la película se para en seco y nos ofrece un diálogo casi fijo e interesantísimo. Empezamos a comprender entonces cual es la auténtica fortaleza de Sands, a la que intenta responder un no menos convincente cura que está más de parte del condenado que de sus guardianes. Puede que más de un espectador no consiga asimilar este cambio de ritmo, pero es completamente necesario para que el desarrollo de la historia no se convierta en una carnicería gratuita. Una vez adoptada la decisión de llevar a cabo su huelga de hambre, la cámara no se detiene demasiado en el deterioro físico del protagonista. Podría haber abusado de esta parte, pero parece que lo importante ya esta dicho. Es de agradecer.
A nivel de actuaciones, a Michael Fassbender le han dado un papel protagonista para lucirse. Lo consigue sobre todo por su espectacular transformación física -el actor adelgazó hasta quedarse en los sesenta kilos- pero también por una actuación convincente y cargada de fuerza. Seguramente su trabajo en esta película dará que hablar en el futuro. El veterano Liam Cunningham da la talla en el duelo dialogado que mantiene con él. El resto de actores secundarios, presos, carceleros y familiares, cumplen su papel.
Directa, sin concesiones al espectador y visualmente apabullante, Hunger nos descubre a un director de lo más prometedor. No habrá que perder de vista a este tal Steve McQueen. Tampoco se puede desdeñar el buen hacer de su actor principal. En cualquier caso, es un film que promete tener tantos admiradores como detractores. Es muy difícil que deje indiferente a nadie. Lo cierto es que no se pueden sacar más virtudes a la película, pero tampoco más defectos. Cuenta lo que cuenta y lo hace bien.