Funciona. Es una peli de terror y da
miedo. Sustos concretos, inquietud general. Y eso lo consigue,
primero con la capa de falso realismo en la que se embadurna. Aunque
no es demasiado sólido, visualmente sí que
genera cierta sensación efímera de reality. En segundo
lugar, apuesta por todo aquello que nos pueda repugnar. Los bichos,
la infección, el agua contaminada. También en la explicación
dispara perdigones al aire para ver qué cae: la mierda de los
pollos, la depuradora, el escape radioactivo. Está claro que el malo
es el ser humano y su afán de transformar la naturaleza, pero
tampoco termina de decidirse por una causa. Asusta también con los
viejos trucos de sonido y de sorpresa. Pero, oye, asusta.
Funciona, sí, como terror. Igual que
una comedia funciona simplemente con que rías. Pero por lo demás,
es muy mejorable. El argumento apenas avanza. Lo que vemos es una
sucesión de hechos más o menos similares, sin ni siquiera apreciar
un crescendo marcado. Detrás de los sustos hay poco. Ni siquiera se
percibe un tono de deliciosa serie B -no olvidemos que estamos viendo
la historia de unos bichos que devoran a la gente.
En cuanto al formato, el found footage,
no ofrece nada nuevo. De hecho, esta película ha sido ya muy
superada por otras como Chronicle o El último exorcismo.
No viene a cuento, a estas alturas, dar una larga explicación
inicial para justificar las imágenes, como si no nos supiéramos
todos de memoria una normas que hemos visto mil veces desde El
proyecto de la bruja de Blair. Además, hay un exceso absoluto de
grabaciones, muchas de ellas injustificables, trampeadas en ocasiones
con un simple blanco y negro.
En definitiva, una película que no
aporta absolutamente nada más que pasar un rato de sustos e
inquietud. Está claro que uno no sale queriendo comer sushi. Para mí
esto ya es algo, pero aprueba justito.