Considero que la primera entrega de REC
es uno de los mejores modelos del found footage (el subgénero de
terror que se basa en los contenidos grabados). De esta tercera
entrega tengo que decir que supone una muy esperada evolución de
este recurso que venía dando preocupantes síntomas de
estancamiento. La clave, en este caso: la flexibilidad. Poder tomar
la decisión de prescindir del formato y evitar así estúpidas
situaciones de grabaciones imposibles. La propia película se ríe de
esto cuando un personaje grita "la gente tiene derecho a saberlo"
y que todo ha de ser grabado, el argumento favorito de este cine,
usado ya en esta misma saga. Segundos después, el protagonista rompe
a patadas la cámara, en un derroche de realismo y mucha guasa
metalingüística.
Así, la película se divide en dos
partes. La primera, coherente con el estilo de sus predecesoras,
emula un vídeo de boda. Los recursos habituales de los montajes
nupciales, la fauna conocida de estos eventos, los momentos más
horteras... todo está ahí. Cualquiera que haya estado en un par de
bodas, o mejor dicho, cualquier que haya visto un par de vídeos de
boda, reconoce cada elemento de esta certera sátira, que lo mismo
hace guiños al cinéma vérité que te cuela un cursi (¡y muy
reconocible!) montaje de fotos al ritmo de Gavilán o paloma.
No sólo es divertida toda la parte del vídeo, aderezada con
afinados avisos de lo que se avecina, sino que además culmina con un
brillante despliegue de caos brutal por el cual ya vale la pena esta
tercera entrega. El rótulo del título merece un sonoro aplauso.
Para su segunda parte veo, básicamente,
dos problemas. El primero viene dado por la decisión de abandonar
casi por completo el formato de grabación. La comentada flexibilidad
que se consigue con la mixtura de los dos formatos, no se usa para
volver a él más que en contados momentos: el nightshoot al escapar
de la cocina y las imágenes a través de las cámaras de seguridad
(una de las mejores escenas de la película con las palabras bíblicas
de fondo). Se podría decir REC3 deja abierta la puerta para
una verdadera evolución del género, un uso más dinámico de estos
recursos pero que todavía no da el paso de utilizarlo por completo.
El segundo problema es más bien una
carencia: la factura de la segunda parte en general es mejorable. Me
temo que Balagueró habría hecho un trabajo mejor que el que nos
ofrece Paco Plaza, pero no importa, si la ausencia de aquel ha
posibilitado la descongestión de la saga. Plaza ha conseguido una
frescura absoluta, un humor delirante, imágenes como las del
caballero con su escudero o personajes como John Esponja o el
inspector de la SGAE. Aunque el humor ya estaba presente en la
primera entrega, aquí es protagonista. Eloise, un despliegue
gore alegre y un ritmo imparable que apenas deja momentos a las
convenciones del género de zombies.
Excelente Leticia Dolera, una
actriz con un registro amplísimo, entre la delicadeza (la misma que
demuestra en De tu ventana a la mía) y una furia que haría
las delicias del mismísimo Tarantino. Hace suya la película. En
definitiva, una película divertida, potente, gamberra, épica,
insospechádamente romántica y con muchas decisiones tremendamente
acertadas, es decir, inteligente.