Michael Winterbottom nos cuenta un poco la misma historia de siempre. Una familia rota por un suceso trágico, en este caso la muerte de la madre, y los problemas internos que deberán solucionar. No me interesa demasiado, pero el talento del director consigue que esta película se muestre como un producto renovado, moderno, refrescante, a pesar de que su contenido sea menos fresco.
Es el mago del montaje, ya lo bautizó así mi compañero Hypnos. Lo que otro director mucho más conservador vestido de cultureta, habría hundido con interminables planos de transición y silencios extenuantes, Winterbottom sabe hacerlo ágil, aportando su propio concepto del ritmo, entrando en extractos de conversaciones de lleno, mezclando transición y contenido, recurriendo a la estética y el sonido como elementos - siempre necesarios- de narración.
El director también nos muestra su sensibilidad, proponiendo escenas como la del accidente, con un exquisito suspense creciente similar al que viéramos en el accidente ferroviario de El protegido de Shyamalan, dentro de un juego inocente pero mortal. El golpe, ya no tanto de suspense, sino moral de la niña provocando la muerte de su madre es poderosísimo. Se puede decir que empieza fuerte.
Además hay más cosas que disfrutar, el ambiente de las calles de Génova sobre todo, ese mensaje sumergido de aparente peligro que realmente no es tal, como crítica muy sutil hacia ciertos prejuicios. El tono liberal de sus personajes, que en ningún caso llega a empalagar pero que se funde a la perfección con las elecciones formales del film. También hay un gran trabajo de los actores, incluso del casi inexpresivo Colin Firth.
La película se siente y se respira. Una muestra más del talento de Michael Winterbottom en una película que resuelve bien una historia común, resultando emotiva, tensa, creíble, y nada estancada.