No se hace cuanto tiempo Steven Soderbergh anunció por primera vez que dejaba el cine, ni cuantas veces más ha amenazado con lo mismo desde entonces. Pero parece estos últimos años esta más prolífico que nunca, acercándose a todo tipo de géneros. Tras el thriller Efectos secundarios, que tan diferentes respuestas está encontrando entre el público, nos llega su último trabajo, un biopic de la vida de Liberace, un pianista gay reconocido en Estados Unidos, famoso por su ostentosidad y su incapacidad para pasar desapercibido.
De primeras, el glamour y el alocamiento me recuerdan a otros títulos como Velvet Goldmine o Hedwig and the angry inch, así que personalmente las perspectivas serían sumamente altas. A esto hay que sumar el guión, escrito por Richard LaGravenese, autor de El rey pescador o Los puentes de Madison, quien puede hacernos pensar que un romanticismo de cierta calidad puede reinar en la trama. Otro de los alicientes, ver a Michael Douglas interpretando al propio Liberace, con un estilo presumido y fastuosamente homosexual, acompañado por Matt Damon inusualmente maquillado.
Todo apunta a que se puede convertir en una cinta más que entretenida, con interesantes matices que mostrar y ese cierto morbo que rodea a personajes de este tipo. Pero Soderbergh me da miedo. Puede ser capaz de convertir la historia en un circo ambulante de vivencias extrañas y en un carrusel de reacciones extremas. Veremos cual es la acogida que tiene en el Festival de Cannes, dónde participará en la Sección Oficial.
Aun con todos mis temores, nadie puede negar que no vaya a sentir cierta curiosidad por ver al madurísimo Michael Douglas totalmente desatado con volantes y brillantinas. Solo por eso merecerá la pena.