Por mucho que Cahiers du Cinema siga promoviendo su propia felicidad masturbatoria encumbrando a Godard cada vez que éste nos salga con una de sus repetitivas arengas ridícula y pretendidamente vanguardistas, todo sabe a rancio, todo huele a viejo.
El problema de insistir en el mismo discurso vanguardista durante décadas es que, al segundo año te quedaste viejo, y todo tu valor dependerá exclusivamente del mérito cinematográfico real de lo que propones, y no en su capacidad de epatar por lo novedoso, lo contestatario, lo vanguardista. Godard fue un puñetazo necesario, el más necesario incluso, quizá, el poli malo en la comisaría de la Nouvelle Vague. Tenía que estar allí, causó estragos e incluso regaló algún que otro título disfrutable, mientras otros (Chabrol, Truffaut) hacían gran Cine, de tanto en cuanto.
Pero este Film Socialisme, declaración de intenciones desde el título, es una muestra más de una figura más allá del esperpento, que cree continuar en la misma guerra aunque el campo de batalla está ya vacío, y él sigue detrás de la misma trinchera. Pero hace tiempo que la guerra se desplazó a otros territorios.
En fin. No me apetece moverme al Cine para ver a un Godard que siempre, siempre, será mejor recordar tirando de filmoteca.