Me equivoqué; metí la pata hasta el fondo en mi precrítica. Fui al cine esperando una comedia de situación, de enredo, algo con lo que pasar un rato sin mayor aspiración, y me encontré con algo bien distinto: una GRAN PELÍCULA DE CINE.
El principal lastre que debe soportar esta película es su título; desde luego, nada afortunado, banal e irrisorio; tampoco ayuda la carátula, echa atrás sólo con mirarla; y, para colmo, a la directora (Gurinder Chadha) sólo la asociamos con el mundo por “Quiero ser como Beckham”, un film, que sólo por incluir el nombre del ser en él, echa también un poquito para atrás.
En estos días en los que el marketing es vital para las películas consuela encontrarse con sorpresas tan destacadas como ésta. De igual manera que me satisface enormemente que en estos días en los que parece que el cine está agotado y que debemos buscarnos locos buscando nuevas formas, nuevos planos, nuevos tempos narrativos, hasta nuevas dimensiones, aparezca una película cuya principal virtud es la sencillez.
Varias son las cosas que me han gustado de la película, pero por citaros sólo algunas, me centraré primero en esa sencillez a la que hacía mención anteriormente aplicada a los personajes. Todos los personajes que aparecen en la película me resultaron tremendamente creíbles; caramba, tan creíbles, que podrían ser mis vecinos. En cada matiz de sus interpretaciones uno encuentra retazos de vida; simples retazos; esas conversaciones de las cenas de nochebuena; las cocinas a tope preparando mil manjares; lo incómodo de comer o cenar con la familia de tu novia o tu novio. Todo eso está en esta película, pero sin caer en una mera recreación de ambientes festivos aburridos, no, esta directora no es tan pretenciosa, es mucho más honesta y sabe que vamos al cine para ver algo más que retazos de realidad; y esto lo plasma en el guión con esas tramas y subtramas, también cotidianas y sencillas, pero siempre interesantes: la mujer abandonada por el marido y que ahora se entiende con otro; la incredulidad de unos padres que no pueden soportar que su hija sea lesbiana; el descubrimiento del condón y de la pistola en la casa de los vietnamitas; el miedo a que el familiar cotilla se entere de lo de la hija lesbiana; las diferencias políticas entre padre e hijo. Pero lo mejor de todo no es esto, que, hombre, no es que descubra nada; lo más interesante es cómo lo distribuye y aplica correctamente en un ambiente pluriétnico: mejicanos, vietnamitas, estadounidenses blancos y los negros. Y a cada uno de ellos les da un matiz; las cosas no se las toman igual depende de la cultura que tenga cada uno de ellos. Y esto, que parece una tontería, hace que el guión se enriquezca, y, con él, los personajes, la película y el espectador.
Otro de las grandes virtudes de la película se halla en su directora, que, pese a su poca veteranía, demuestra que tiene mucho cine y mucho talento. La cámara siempre está en el lugar correcto para captar un detalle en primer plano, y siempre otro en segundo plano; la dirección de los actores y el cómo se desenvuelve con tantos de ellos en un especio tan reducido como una casa es magnífico. Es muy difícil rodar interiores, pero ella lo ha hecho a la perfección; sin miedo a embarcarse en complicados travellings y planos secuencias (el supermercado, en la casa de los mejicanos, el plano final). Son muestras de un talento emergente que habrá que seguir de cerca.
Por otro lado, la BSO, todo hay que decirlo, es de telefilm; y en la película está utilizada de una manera muy tosca, que, a veces, hasta molesta.
Con todo, una muy refrescante película, ligera y diferente, no por nada en especial, sino por todo lo contrario, por demostrar que la sencillez combinada con una buena dosis de talento y humildad siempre son sinónimo de buen cine, estemos en el año 1900, 1950 ó en este 2004.