Ciertamente no tenía intención de escribir mi postcrítica de Zodiac, principalmente porque, como salta a la vista, he tardado mucho en verla. Pero leyendo las críticas de mis compañeros constato que la mayoría hablan de fracaso de Fincher, fracaso asumido por la propia naturaleza del proyecto, dice alguno, fracaso a secas, dice otro... Yo no comparto esta opinión en absoluto.
Fincher apuesta por un tono y un riesgo bien claros y, por mi parte, olé. Su nuevo enfoque al género me parece fabuloso. En realidad, de nuevo tiene poco; la novedad está en usar ese estilo en una película de asesinos en serie. Porque películas con este estilo narrativo hemos visto unas cuantas; me viene a la memoria Todos los hombres del presidente. Efectivamente, la novedad está en aplicar ese esquema a una cinta de asesino psicópata. Y, qué queréis que os diga, me ha tenido embelesado, involucrado.
La prueba palpable de que esta apuesta tan arriesgada no es fallida está en el ritmo aplastante, sin ni un sólo pero, de la primera parte de la película. Si resbala en algo Zodiac, y es un resbalón considerable (de ahí que borre mi quinta estrella, únicamente por esto), es que en su tramo final se olvida de su propia naturaleza y elige a uno de sus personajes para seguir con él en el tiempo, y continuar con su narración de manera más convencional, más conocida, más previsible. Claro que el desenlace abierto es previsible desde el primer minuto, pero no la propia narración en sí, los personajes, la repercusión de cada acción del asesino, la interrelación entre los personajes, las situaciones concretas. Todo esto se pierde en el tramo final.
Además, tengo que decirlo, Gyllenhaal está a años luz de sus compañeros de reparto. Es soso (es lastimoso verle exponer sus pesquisas a Mark Ruffalo cuando hemos visto la energía y pasión de este en otros momentos de la película), falto de carisma... es -creo que es el adjetivo más adecuado- un actor discreto. No es un desastre, claro, pero tampoco es un prodigio. Y pasar del perfectísimo mosaico que Fincher dibuja durante dos tercios de la película a ese tramo final cargado completamente sobre las espaldas de Gyllenhaal resulta un error. La película afloja, se diluye, aunque todavía se guarde alguna que otra gran escena en la manga, como la visita al proyeccionista.
Aún así, todo lo anterior demuestra que Fincher bien pudo haber rentabilizado su arriesgadísima apuesta con una película redonda, maravillosa. El tercer asesinato, con simples imágenes de taxis por la ciudad, mientras escuhamos un programa radiofónico sobre el propio asesino, como preámbulo (sin aviso aparente) del crimen en el propio taxi, imprevisto y violento, es un sumario perfecto y brillante del talento especial de la película.
Como cierre, y a pesar de que todavía cantan un poquito al ojo, me apetece destacar el gusto con que Fincher ha decidido retocar los escenario urbanos digitales, matando los colores de la noche en la ciudad para acentuar el subrayado del amarillo del taxi, y detalles similares. Así da gusto que la informática se abra paso en el 7º arte.