En 2003 Eddie Murphy estrenó una película con el título de Papá canguro que tenía un presupuesto de 60 millones de dólares y que recaudó más de 100 sólo en EEUU.
Cuatro años más tarde, como era de prever, y tras aparecer un piloto verde en la máquina que estudia ratios de rentabilidad den la Industria, nos llega la secuela.
Pues bien, la dichos secuela contó con 6 millones de dólares de presupuesto, se cambió a Eddie Murphy por Cuba Gooding Jr. y se estrenó en más de dos mil salas en EEUU recaudando en su primer fin de semana apenas 3 millones, y casi 5 en su periplo por la taquila yankie.
Me he tomado una pausa para volverme a sentar en la silla porque me he caído de la risa.
¿Se puede ser más cutre? ¿Por qué no han sacado esta segunda parte directamente al videoclub?
Este tipo de películas pretendidamente cómicas basadas en los desastres con niños en campamentos es de otra época, de una en la que John Ritter era Dios y en la que la saga Este chico es un demonio tenía su gracia, ¡y mucha!
No dudo que la tarea de padre debe ser difícil, pero por favor, de la misma manera que evita que su hijo coma guarradas y le obliga a la verdura, no pague por cooperar con la indigencia intelectual de su vástago. Si está cansado de tenerlo en casa y vive en el Norte de España, por favor, mándelo a ver Ratatouille aunque sea.
En fin, quedan avisados.