Nine es una de esas películas que se presentan solas, sobre todo por su enorme capacidad de marketing, acrecentada en nuestro país por la presencia de una sensual y sexy Penélope Cruz en un plantel estelar absolutamente de campanillas con nombres como los de Marion Cotillard, Judy Dench, Nicole Kidman, Sophia Loren o Fergie, acompañando, todas ellas, a Daniel Day Lewis. Un reparto que bien puede valer una entrada de cine, y que podría bañarme en oro si todos aportasen para fundir sus estatuillas de Óscar.
Al frente del fregado, Rob Marshall, un director que algo debe saber sobre adaptar musicales tras Chicago. Yo no soy muy amante de los musicales, pero he de confesar que Chicago es uno de mis favoritos. Claro que para mí Marshall dilapidó buena parte de su crédito artístico con la penosa adaptación de Memorias de una geisha.
Hablando de musicales, ahora le toca el turno a Nine, musical basado en la inclasificable película de Fellini, 8 1/2, de Arthur Kopit, Mario Fratti y Maury Yeston, que ha arrasado en Broadway desde 1982, siendo uno de sus protagonistas de referencia el malogrado Raul Julia.
Mirados y analizados los componentes de este cocktail uno por uno poco margen ha de quedar para la duda, pero es que por más que lo miro y remiro más dudas me surgen. Nine se presentaba con todo en la carrera por los Óscars y se ha desinflado, ni crítica, ni taquilla, ni el propio gremio de directores artísticos o montajes decide nominarla, y eso que hablamos de dos gremios que resultan claves en un musical.
No huele a conjunto, a película bien engrasada. En cambio, me da en la nariz que estamos ante un irregular producto cool. Números sueltos con mucha calidad y talento, pero sin conseguir sentir que estamos enganchados en una trama que nos sostenga. A la deriva. Un naufragio entre el glamour y la estética de anuncio.
Una lástima, una ocasión.