Ante todo debo admitir que andaba un
poco despistado en mi precrítica, básicamente en el tono, que lejos
de ser un drama duro y sin concesiones, es más bien una amena y
facilona historia familiar que, por otro lado, si que esconde en su
contexto cuestiones bastante más graves.
Un sentido del humor realmente pobre
(¿teta y tortazo?) impregna la película con pequeños retazos que
nos quieren empujar a través de un guión sin demasiado interés.
Aunque los personajes tienen su complejidad, su personalidad, lo
cierto es que actúan muchas veces movidos por el interés dramático
(especialmente burda es la transformación del amigo del joven
protagonista).
Quizá el aspecto mejor tratado es
precisamente el del trasfondo, con detalles sobre la situación
política (el viejo gobierno soviético completamente desubicado, el
nuevo es igual de corrupto o más que el anterior, los complicados
reencuentros, las diferencias entre los pueblos...). Es de agradecer
que todos estos elementos se instalen en un cómodo segundo plano y
afloren a pequeñas dosis, de manera que el espectador pueda deducir
lo que falta. También ocurre así con el pasado de los personajes.
Lamentablemente, el hilo principal no está a la altura, resulta
facilón, infantil, algo torpe y lo peor de todo: aburrido.