Otra historia de las de verdad. De las que convencen. De las que tienen su propio estilo. Un estilo sencillo, fácil de comprender, con grandes tropezones sicológicos y verdades ocultas. Preguntas y respuestas comunes y caminos paralelos pero distintos a la vez. Vamos, un drama más cercano a la sociedad y que recurre a los valores cotidianos: la familia, el dolor, el orgullo. Muy completita a simple vista. La peli tendrá como jefe de filas a Phillip Seymour Hoffman (La guerra de Charlie Wilson) quien siempre me ha convencido por su saber hacer con pequeños papeles, como secundario y hasta cuando se convirtió en uno grande. Un jefe de filas porque casi siempre ha gustado a todos y porque se le recuerda como aquél que se la juega sabiendo que va a ganar. Todo un diamante en bruto que se sabe manejar y esta vez no va a ser menos.
Le acompaña Laura Linney, a la que vimos hace poco en El espía. También me convenció y me convence porque me pasa como con Hoffman. Es una mujer que cae bien en pantalla. Ni mala ni buena. Ni fea ni guapa. Pero resultona. Y su interpretación aquí será la de un drama en toda regla. Por eso es su oportunidad de dejarnos bien claro que no es una cualquiera. Confianza y seguridad me transmiten.
Tamara Jenkins es la encargada de llevar a la gran pantalla este dramón o drama para quienes no lo quieran ver así. Y como argumento mayor para no poner en duda la calidad de la cinta están las dos nominaciones en la última edición de los Oscars en la categoría de mejor guión original de Jenkins y mejor actriz a Laura Linnney. Necesária película para las reflexiones más básicas y corrientes y que pellizca otra vez en lo más hondo del corazón de los espectadores. Lo cotidiano y su poder de persuasión.