Se ha avanzado mucho desde los
ridículos disfraces impolutos de Errol Flynn a la suciedad e imagen
destartalada que hoy en día se nos muestra de la edad media. No es
esta película, ni mucho menos, la que haya inventado este concepto,
pero sí que lo maneja con enorme brillantez. Casi puedes sentir el
hedor y la dureza de los ropajes, el frío de unos tiempos oscuros.
Pero no sólo a nivel de arte y vestuario, que están perfectos, sino
de un modo global que afecta a todo en la historia.
Se nos muestra una moral sin adornos,
muy alejada de los valores actuales. A veces, el cine se limita a
mostrar historias de hoy con una ambientación de entonces. No es el
caso en esta película, donde debemos hacer un esfuerzo para
adentrarnos en la distancia cultural y comprender el valor relativo
de los actos de estos personajes. Con gran acierto, Chris Smith maneja esa distancia para difuminar los límites entre los héroes y
los villanos, así como, jugar con la realidad y el fantástico. De
esta manera, la película se permite navegar entre diferentes aguas,
consiguiendo un resultado mucho más rico.
Unos actores muy en su punto, como
salidos de viejos grabados oscuros, encarnan a unos personajes
carismáticos. Un acierto, el del público de la semana de terror, de
señalar esta interesante película como vencedora del certamen.