Cada vez es más patente que el
verdadero tema de Pedro Almodóvar es el propio cine. Siempre
ha tonteado con ello, incluso haciendo homenajes a nivel global (Todo
sobre mi madre a Eva el desnudo), pero cada vez es más
claro. En el caso de La mala educación, había rodajes dentro
de la película, con un entramado de espejos que terminaba reflejando
al propio director, pero no sólo eso, también había referencias
formales (en la imitación musical de Alberto Iglesias a
Bernard Herrmann) y en icónicas referencias al cine negro más
expresionista como aquellos cabezones puestos en línea. Los
abrazos rotos, es un ejemplo mucho menos explícito pero quizá
más atrevido. No es una imitación a la vida, sino un mundo de
película, con elementos claramente artificiosos que nos remiten a
viejas películas de género. Recordemos la importancia que tenía
cierto rollo de película. Se puede decir que el director manchego ha
dejado de mirar en su entorno, a las calles marginadas, y se ha
dedicado a ahondar más en el propio cine, en sus mecanismos, y sobre
todo en los géneros más oscuros.
Todo parece indicar que es lo que va a
suceder de nuevo en esta película. En esta ocasión, el género es
el terror, pero eso no quiere decir que esta sea una película de
terror. Es el género en el que se sumergirá, su modelo de cine a
estudiar con este nuevo trabajo. Toma como base Mygale del
negrísimo novelista francés Thierry Jounquet, aunque
probablemente la amoldará a su gusto para trabajar con homenajes e
inspiraciones cinéfilas al cine europeo de terror (especialmente
francés) que puede ir desde el mudo hasta la nouvelle vague. No hay
más que ver el cartel para reconocer una referencia clarísima a Los
ojos sin rostro. Seguramente habrá también mucho peso de viejas
adaptaciones de novelas de horror del XIX (la presencia de
Frankestein es visible en el argumento). Una vez más ha puesto a
trabajar a su fiel colaborador Alberto Iglesias para conseguir unas
piezas que con el habitual fondo dramático del director, juegan al
terror clásico.
Una película para el disfrute de
cinéfilos, que además supone el reencuentro con Antonio
Banderas. A su lado, Elena Anaya, que gracias a la influencia de
Almodóvar es todo mirada. Además de una veterana del director como
es Marisa Paredes o el genial Eduard Fernández. Un gustazo, vaya.