No era una adaptación fácil, vale,
eso ya lo habíamos avisado. Pero es difícil caer en tantos errores
y en tal mal gusto como lo han hecho en esta ocasión los Wachowski,
y de paso, Tom Tykwer en la medida en que haya sido
responsable también.
La estructura rígida de la novela ha
sido dinamitada para buscar el clásico montaje paralelo entre
diferentes historias. Esta es la primera idea que le viene a uno a la
cabeza al pensar en la posible adaptación, pero también es una idea
a desechar rápidamente por un detalle importante: los estilos de las
historias no son compatibles. No parece una buena idea mezclar el
thriller de los setenta con el romanticismo de época, con la comedia
actual y con la distopía extrema. Lo que se ha conseguido aquí es
derrumbar cualquier atisbo de hito dramático, naufragando en un
constante anticlímax y en una narración farragosa donde es difícil
mantener el interés por historias tan distintas. Y es que por más
que todas estas pivoten al rededor de un tema central, la imposición
del poder, su formato es, y debe ser, demasiado heterogéneo como
para barajarlo de esta manera.
Y digo que no solo es diferente, sino
que debe serlo, porque uno de los puntos fuertes debería ser la
diferenciación de género de cada historia. Aunque a nivel visual y
de ambientación está bastante conseguido, no se aprecia
narrativamente un estilo distinto. Y es que los ritmos del drama
romántico, la comedia de enredo y la épica futurista, son
distintos. Al mezclarlos se equilibran como vasos comunicantes,
quedando todos lejos de su nivel adecuado. Tampoco se aprecia ningún
tipo de diferenciación de formato (diario, cartas, novela, película
- y mira que en este último apartado había posibilidades), un
elemento que aquí debería ser clave en la cohesión de todas las
historias, y que queda como detalle secundario. En su lugar, se
busca, con añadidos horteras new age, un concepto acerca del amor
-en varias ocasiones metido con calzador- conseguir esta unión
perdiendo cualquier referencia sutil, metafórica a las almas
intemporales.
Y lo hortera no acaba ahí. La "gran
idea" de utilizar los mismos actores y jugar a cambiarlos de sexo y
raza, no provoca más vergüenza ajena, pues cae de manera absurda en
el esperpento. Si no fuera tan ridículo, quizá serviría para
reforzar la idea de conexión con nuestro pasado y nuestro futuro, y
podría ayudar a remarcar el mensaje igualitario. Supongo que era la
idea. Lo siento, es bochornoso ver a Hugo Weaving interpretando a una enfermera.
A su favor, el despliegue visual, muy
conseguido en todas las historias. Quizá especialmente aprovechado
en la historia de Sonmi, que es donde parecen encontrarse los
hermanos más cerca de su cine. Algunas escenas de acción logradas y
buena ambientación. Lástima que el caos narrativo y el mal gusto
acabe con todo eso.