Los hermanos Bloom se muestra desde el primer momento como una película carente de complejos. Comienza con una energía imbatible, y pretende mantener el ritmo durante todo el metraje. Aquello que decía Cecil B. DeMille sobre empezar con un terremoto y de ahí para arriba. Claro que la segunda mitad de la película no aguanta el tipo y nos encontramos con unos cuantos puntos muertos y un descenso del interés.
Es el problema de marear la perdiz a estas alturas, cuando ya sabemos como funcionan las películas de timadores, cuando conocemos de sobra que la sangre es falsa y que nadie es quien dice ser, cuando ya esperamos que el desenlace no será tal y habrá una nueva vuelta de tuerca hasta que el guionista decida parar. Afortunadamente, Rian Johnson parece también estar al tanto de los profundos conocimientos del espectador, y por esa misma razón relativiza por completo todo esto, acentuando otros aspectos del guión. Tampoco tiene demasiado en cuenta la verosimilitud que sabe que una vez rota, no muy avanzada la trama, poco importará al público dispuesto.
Y la acentuación viene a recaer especialmente en ciertas reflexiones, inofensivas aunque juguetonas, sobre el arte de crear historias, asemejándolo al personaje de uno de los timadores, interpretado convincentemente por Mark Ruffalo, que con sus timos aspira más a crear una historia que ganarse un dinerito. Llega hasta el punto de hablar explícitamente de ciertos recursos narrativos y, como no, a buscar algunos paralelismos con la propia película.
Por otro lado se apoya en el personaje protagonista, bien interpretado por Adrien Broody, para buscar una cierta emotividad en la película. Lo consigue a veces.
Otra baza es el brillante dinamismo de la cámara que se mueve con una soltura envidiable captando un buen número de detalles interesantes por el camino. Además la banda sonora se mantiene al nivel. Estos son los mejores valores de la película.
Finalmente, se juega al humor basado en pequeñas locuras, personajes extremos y situaciones chocantes, que en general funcionan bastante bien. Se nota, tanto en esto como en la forma, una influencia de Wes Anderson.
Quiero destacar la aportación que Rachel Weisz y Rinko Kikuchi hacen a la comedia, con una interpretación muy física, cercana al histrionismo y alejada de sus trabajos anteriores. Buen trabajo.
Una películas interesante, con personalidad pero que se desinfla bastante hacia el final y que no termina de afinar su idea.