Es difícil no ver el mérito de una
película que ha buscado las mayores limitaciones y con los mínimos
recursos ha conseguido mantener la atención creciente hasta el
último minuto. Incluir elementos nuevos dentro de un universo tan
limitado es casi increíble, pero es que llega a colocar nuevos
objetos con los que interactuar ya en la mitad de la película.
Pero el mérito no es sólo el de
mantener el interés o el entretenimiento. Buried te atrapa, con unas
imágenes de sobrecogedora claustrofobia y una secuencia final a
contrareloj (reloj de arena, si se me permite el apunte, la forma de
medir el tiempo más básica), en la que las emociones están con el
acelerador pisado. Quizá la resolución es algo decepcionante, con
un pequeño giro bastante predecible. Más allá de si el
protagonista escapa o no de su tumba, el problema viene de la
pregunta que se hace el guionista: "¿Escapará el héroe de su
trampa?" Cuando la pregunta que creo que interesa más al
respetable es "¿Cómo escapará el héroe?". En este sentido, la
película no avanza demasiado, pues apenas el protagonista se acerca
a la solución. Cuando pienso en lo que quizá podría haber
intentado el personaje o sus rescatadores, no pienso en que no se les
ha ocurrido a estos personajes, lo que pasa por mi cabeza es que no
se le ha ocurrido al guionista.
Salvado este punto decepcionante, y
alguna que otra concesión en cuanto a la pasividad de algún
interlocutor, lo cierto es que la película funciona muy bien, si
entramos en el juego. El director, además, consigue sacarle el
máximo partido al mínimo espacio. Hasta tal punto, que dentro de la
propia trama se buscan recursos para que la luz varíe y la
fotografía no sea demasiado repetitiva. En todo caso, una birguería
imaginativa en varios sentidos.