Crítica de la película The Alphabet Killer por Keichi

Imitando a los grandes


2/5
11/11/2008

Crítica de The Alphabet Killer
por Keichi



Carátula de la película Es un hecho. Nos guste o no, los géneros cinematográficos conceptualizan a la perfección las diferentes temáticas del cine. Dicho de otro modo, hablar de géneros es referirse a una uniformidad de pretensiones. Por eso es imperdonable que a estas alturas haya realizadores que no saben a dónde quieren llegar cuando ruedan una película. Es el caso de The Alphabet Killer. En efecto, el director Rob Schmidt ha pretendido aunar en un solo film terror, drama y thriller. Como era de esperar, su complicada mixtura termina por convertirse en una plasta intragable.

Megan Paige es una inspectora de policía con serios problemas mentales. Tras un retiro forzoso, la mujer se reincorpora al cuerpo para enfrentarse de nuevo al caso que la hizo caer en desgracia. Aunque el film parte de un hecho real -los asesinatos de un poco conocido serial killer que asoló la ciudad de Rochester en los años setenta- el hilo argumental deriva por derroteros nada biográficos. De hecho, el director de Km. 666 firma aquí una torpe imitación de películas en la onda de Zodiac, una excelente revisión del thriller psicológico. Aunque Schmidt se decante por un thriller sobrenatural, la introducción del elemento fantástico es un burdo truco. En efecto, las apariciones fantasmales de las niñas muertas son una mera excusa para tratar de enriquecer una historia que tiene más bien poco que contar al espectador.

Uno de los puntos de apoyo del film son sus intérpretes. Desgraciadamente, después de ver la película más de uno se preguntará como los productores ha conseguido involucrar a gente de renombre en un proyecto tan malogrado. A Elisa Dushku el papel protagonista le queda demasiado grande, encarnando su descenso al mundo de la locura de un modo nada sutil. Sus mareantes espasmos sacan de quicio al espectador más paciente. Un Cary Elwes con sobrepeso a lo Alec Baldwin y uno poco aprovechado Timothy Hutton tampoco convencen a nadie. Mención aparte merece Michael Ironside, un actor al que últimamente se está reivindicando como se merece. Su interpretación es sin duda la mejor de todas, por lo paródico del asunto. Las apariciones de Bill Moseley y Melissa Leo en papeles secundarios son anecdóticas.

El estilo narrativo del film podría calificarse de académico. De hecho, el director parece obsesionado con demostrar continuamente que ha hecho los deberes en la facultad de cine. Eso explica que la película combine momentos bastante logrados -esos planos a ras de suelo o el sorprendente contrapicado de la puerta en la escena en que Megan sube al ático- con otros menos afortunados. Sin ir más lejos, el modo en que mueve la cámara en la escena de la terapia es digno de un corto de principiante. La fotografía, fría y apagada, ejemplifica muy bien uno de los defectos de esta producción. Busca crear una atmósfera enrarecida pero sus intenciones son tan claras que no está del todo bien plasmada.

El desarrollo del film nos va llevando por escenas inconexas y forzadas hasta llegar a un punto muerto. Solo eso explica el giro final de la historia, tan malo como poco creíble. El final abierto es otra referencia más al último trabajo de David Fincher. Uno se queda con la impresión de que esta película ha nacido con la única vocación de apuntarse al carro sin que se le note. En cualquier caso, The Alphabet Killer es una película floja, aburrida y -lo que es más importante- sin personalidad propia. Rob Schmidt debería evocar el género que le llevó a la fama en vez de jugar a imitar a los grandes.




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