Todo termina convirtiéndose en producto. El cine independiente, que nace precisamente como alternativa a los productos empieza a compartir características entre película y película, poco a poco convirtiéndose en género y de ahí a la inevitable industria. En los últimos años nos han llegado una serie de productos para el público devorador de cine independiente, que cada vez campa por las salas en mayor número. No tienen por qué estar mal a pesar de su paradójico origen, un ejemplo que incluiría en esa lista es C.R.A.Z.Y. que me resultó muy interesante. Ahora llega esta película que está haciendo furor, incluso entre el público menos receptivo.
En Sundance, ¿dónde si no?, tuvo una muy buena acogida, tanto es así que las distribuidoras se la rifaron, llegando a pagar por ella 10 millones de dólares. Pasó por el festival de San Sebastián y se hizo con el premio del público arrebatándoselo a la poderosa “Babel”. Los comentarios de aquellos que ven la película son siempre positivos. [Como producto ha tenido un éxito notable.
Todo esto no sé si choca o, por el contrario, explica la sensación de déjà vu. Al fin y al cabo, el gran público no busca nada nuevo, y si le ofreces un producto que parezca un poco distinto pero no lo sea quedará satisfecho. Si además de eso le haces reír a gusto, ya lo tienes. Y eso es lo que tienen estos dos directores, que hasta ahora se movían por videoclips y televisión. Vuelven a contar la historia de unos personajes a cual más extravagante en una road movie familiar. ¿Qué más se puede pedir? Tiene todos los tópicos del cine independiente. ¿A quién le importa la originalidad? Todos a consumir, y yo el primero.