Por eso no me atrevo a contar nada absolutamente nada ni mucho ni poco, de estos diarios desde la moto que nos trae Walter Salles; ni siquiera me atrevo a desvelar (oh, desvelar, más bien repetir porque lo sabe ya medio mundo) el nombre, famoso nombre (el mito del título de esta pre), del personaje que interpreta Gael.
Así que solo adelanto que la tendremos en Perlas de otros Festivales, aquí en el Zinemaldia. Que Gaelito llega con ecos que multiplican las loas y alabanzas que recibió en Cannes por su trabajo (donde muchos decían, indignados, que le habían escatimado el premio a mejor actuación). Que la película la dirige un tipo con mucho cuajo y mucho y buen cine a sus espaldas. Y que no me la pienso perder por nada del mundo.
Me interesan mucho los inicios del mito. Pero es que, además, este viaje a los orígenes me huele, por fin (curiosamente ayer me acusaban de escatimar esta puntuación), a cinco estrellas, a la película de la temporada, a la conjunción del sobresaliente en todas y cada una de las facetas de creación colectiva que es, después de todo, una película. Una como esta.