A grandes rasgos salgo satisfecho con Contagio y, sobre todo, no he pestañeado ni un instante. Lo nuevo de Soderbergh rebosa ritmo, talento en la sala de montaje. Si acaso la parte de la trama relativa al personaje de Marion Cotillard me ha dejado algo más frío, me sobraba, no me interesaba demasiado. Pero es un mal menor, ocupa pocos minutos de metraje y nunca en dosis demasiado extensas.
La cuestión, finalmente, es que partiendo del paciente 0, Soderbergh viene a elegir una serie de personajes clave a través de los cuales narrar la evolución de una plaga vírica mortal a nivel planetario. No se involucra. Simplemente narra los hechos. Esto no solo no me molesta sino que me gusta, me apetece asistir a esos hechos de ese modo ciertamente distanciado. Mi pero, que lo hay, por lo tanto, llega en otro aspecto.
Y es que donde Soderbergh sí se involucra es a la hora de elegir quiénes son esos personajes clave. No dudo que en la CDC, en la OMS y en demás organismos hay un amplio puñado de grandes profesionales dejándose los huevos en hipotéticos casos de semejante gravedad e incluso con casos más habituales, mundanos, diarios. Porque así ha de ser y así es, no lo dudo. Igualmente, todos sabemos que en ese otro mundo de gurús, prensa libre e internet, más de uno vive de mentiras, palabras infladas y estafas de distinto pelaje. Farsantes que viven de su don de lengua y su gran talento: la mentira. Por supuesto, para colmo, apoyándose y aprovechándose de la ignorancia bruta de "12 millones de personas" (en eso cifran los lectores del personaje-gurú de Jude Law), la ignorancia del pueblo. Eso nos quiere contar Contagio.
Pero, igualmente, en el primer grupo, en el grupo de poder, uno piensa que también habrá quien se beneficiará de toda situación (incluso en estas más que en otras), puro lucro personal; del mismo modo que, en el segundo grupo, encontraremos también grandes profesionales que se dejan los huevos en contar, contrastar, narrar, ayudar desde la pluma, la cámara o el 'arma' que tengan a su mano. ¿Por qué ellos no están en el film de Soderbergh, puestos a elegir perfiles?
No deja de ser curioso que Soderbergh divida su historia en buenos y malos, facilitando su propia labor de narrador, y marcando claramente desde qué único lado (al menos en su historia, en su película) llega la voz intensificada por megáfono de los más hijos de puta, y desde dónde, en cambio, se están dejando los cojones en salvarnos el culo. Lo peor es que creo que Soderbergh no lo hace conscientemente, al menos con consciencia política. Repito, simplemente ha encontrado aquí un modo interesante de enriquecer su narración: Ese personaje de Jude Law es pura dinamita, claro.
Así que ante esa inconsciente y bendita inocencia, no queda más que olvidarse y limitarse a disfrutar (paradójico verbo ante lo que cuenta la película) de la gran mano del amigo Steven en la sala de montaje. Ritmo, mucho ritmo, mucho talento. Y una sanísima querencia por eso que, a menudo, muchos olvidan al hacer cine: Contar bien una historia.