Pese a esporádicos momentos de bellas imágenes aisladas y unas poéticas reflexiones sobre nuestro yo mas intimo, este título inevitablemente se ha hundido en mi indiferencia. Un guión poco exprimido y un narrador demasiado omnipresente e innecesario , impiden meterte en la historia, que quizá con otra visión al plasmarla, hubiera dado mucho mas de si.
Samuel es un chico de dieciocho años con problemas neurológicos. Como el piensa, su cerebro es como un ordenador que cae al agua, y al sacarlo, algunas cosas funcionan y otras no. Este personaje va acumulando despropósitos en sus andanzas debido a su enfermedad, pero en ningún momento, estas situaciones llegan a decantarse ni por un aspecto cómico ni dramático, llegándose a desdibujar como dentro de un limbo, en el que ningún sentimiento se trasmite claramente.
Pequeños detalles en la dirección de Santi Amodeo sorprenden gratamente, como ese efecto creado cuando el protagonista cambia de personalidad, que realmente transmite esa sensación de perdida de control, o el intento de convertir ciertos pasajes como si fueran una fábula. Pero no consigue darle ese ritmo necesario para engancharte a las vivencias que sufren los personajes.
En cambio, loable otra vez el trabajo de Juan José Ballesta, consiguiendo una mirada un tanto perdida y una sensación de debilidad, demostrando que no solamente sabe hacer de pandillero juvenil. Cabe destacar también la labor del veterano Manuel Alexandre, como olvidadizo pero tenaz anciano, aportando la única relación personal creíble, junto con Ballesta, que se muestra en la cinta.
Una lástima de verdad, que no consiga atrapar al espectador, porque la idea no es mala y la intención del director tampoco. Pero no llega a conectar, no llega a tocar es fibra sensible, convirtiéndose en otro título español mas del montón.