El género marca de forma iremediable este tipo de film con final tan incierto como acotado y El escondite no se libra. Bien que los actores sean auténticos chupacámras bien recibidos por el espectador, pero cuando esto cae por su peso en el paso de los minutos, el señor director de fotografía insiste en formalizar el misterio con oscuridad y más oscuridad, creo en mi opinión excesiva, quizás tratando de ocultar ciertas deficiencias de interés sobre la historia por parte del público que empieza a mostrarse socarronamente extrañado por el devenir y lioso ejercer de la historia.
Puedo soportar a una niña de frases desconfiguradas y fuera de lugar tratando de reaccionar sobre su situación a un público deseoso de un guía en la historia, puedo con un vecino fugaz que nos hace dudar, y puedo hasta con la necesaria aportación de una psicóloga psiquiatra que pulula para encontrarla al final, pero ese viejo truco ya reinventado del malo en sí mismo termima por cansar, mucho.
Es firme, con estilo propio y algo de enganche pero se queda en lo justo.