Lo que nos cuenta Mathieu Demy en esta película se puede resumir fácilmente: un viaje interior a
la memoria expresado a través de un viaje real. La fórmula es bien
conocida. La gran novedad es que para plasmar los recuerdos el
director ha usado un material real del que ya disponía. Las imágenes
antiguas que vemos son los verdaderos Demy y su madre. Este refuerzo
estético aporta un cierto valor de realismo a la película, aunque
precisamente no sea una grabación espontánea sino una parte de un
documental. En cierto modo, eso es patente, pero no tiene por qué
resultar un contra, pues aun siendo ficción - cosa que en la
película no pretende ser - no deja de ser un documento real y esta
dualidad le da cierta magia a las imágenes. Un experimento
interesante en cualquier caso.
El protagonista quiere estudiar el
pasado de su madre y lo busca en su relación con Lola. No es
casualidad que Lola sea el título de la primera película de su
padre, Jacques Demy, y que trate precisamente sobre una cabaretera. Y
es que, Demy (hijo), como director, en su ópera prima, ha debido
tener muy presente que es el hijo de dos importantes cineastas, y que
esa sombra se proyectaría sobre él. Busca en el trabajo de su
padre, en la relación de este con ese trabajo y en cómo le ha
podido afectar a él y lo plasma a través de sus personaje indagando
en la relación de esa otra Lola con su madre. Un interesante juego
de espejos, aprovechando el material real en 16mm.
Demy
dirige sin alardes pero con mano firme, consiguiendo una buena
factura y algunas escenas interesantes apoyadas por una gran banda
sonora, especialmente por los temas no originales como el de Moderat (A new error) o el Going to a town de Rufus
Wainwright cantado en playback por Salma Hayek en una
escena tan artificial como sugerente. Sería más realista oír en
ese club de Tijuana Pitbull y Shakira, pero acepto gustoso la
licencia. Por otra parte la banda sonora original de Grégoire
Hetzel, que por una parte extiende la partitura de George Delerue de
las imágenes del documental, y por otro consigue una música sutil
que encaja perfectamente. La parte mexicana recuerda un poquito a
Santaolalla, lo cual me parece un acierto.
Hay un viaje interior en la mente del personaje y otro exterior desde francia a México. Hay una historia en el interior de la película que se escapa a cuestiones del exterior relacionadas con el propio director. Una
buena película que guarda muchos más elementos personales de lo que
parece.