Crítica de la película Corrupción en Miami (Miami Vice) por Romulo

Intrascendente entretenimiento


4/5
13/09/2006

Crítica de Corrupción en Miami (Miami Vice)
por Romulo



Carátula de la película Miami vice no cuenta nada. Muchos dirán que es una chorrada. Y tendrán razón.

Pero Miami vice mola. Porque es una película de acción como nunca se hacen. Elegantes. Tranquilas. Poderosas. Con mucho estilo. Por supuesto, el estilo de Michael Mann. Ahí están sus imágenes, sus desenfocados en primer plano, sus encuadres descentrados, su cámara nerviosa, su preciosismo urbano. Su juego con la música, su apoyo rítmico. Y su tiempo, su mucho tiempo, esos ratos que se toma para algunos detalles, esas licencias que sólo él se permite, y que yo tanto le agradezco.

Ahí están momentos maravillosos como ese extraño y enigmático plano con Jamie Foxx desenfocado y una cámara que prefiere fijarse en esa autopista que se pierde en la noche, precediendo al temprano suicidio del confidente Alonzo. Detalles de una infinita clase estilística que son los que, desde hace tiempo, me convirtieron en un seguidor incondicional de Michael Mann.

Por supuesto que, dirán algunos, con su talento visual no estaría de más que lo dedicara a otro tipo de películas, con más altas miras. O más pretenciosas, deberían matizar. No sé. En esa línea podría situar El dilema, una cinta de una profundidad pasmosa, un título redondo, una obra maestra. Pero, en cualquier caso, Mann es Mann porque hace Heat. Porque hace Collateral. Y porque hizo, y hace, Corrupción en Miami.

Una película que incluso yo señalo como un título menor en su filmografía; repito que no cuenta nada, no busca aportar ninguna novedad al género ni se preocupa por desarrollar una trama fuera de lo que ya hemos visto incluso en la propia serie de TV. El dilema era más ambiciosa, por ejemplo; Collateral, más arriesgada. Pero con todo y con eso, Mann no me aburre, todo lo contrario, me entretetiene y, a menudo, me fascina con su poderío visual y narrativo.

En cuanto a la relación entre serie y película, pues... es relativa. Los personajes están ahí. Son menos icono y más personajes. Aman. Insultan. Y hasta se manchan. Pero tanto ellos como la película mantienen ese rollo cool, molón, con tías buenas, discotecas, palmeras y playas desde el primer minuto de película. Claro que hay menos color, pero es que esto es Miami siglo XXI, no Miami años 80. Es una traslación lógica. No me importa. El espíritu sigue ahí.

La película pierde un poquito de fuelle al final, cuando pretende dar solución a las relaciones que ha ido tejiendo entre sus personajes protagonistas. Pero no llega a ser un desfallecimiento preocupante. El resultado final, cool. Como tal, no apto para todos los gustos.




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