Reconozcámoslo: buena buena, la
primera entrega. Aquella era una lección de cine de acción de un
gran artesano del género, John McTiernan. Un modelo. Tanto
era un modelo, que la secuela de Renny Harlin fue una burda copia de
la primera. Se quiso repetir la fórmula. McTiernan volvió para la
tercera entrega, pero para entonces ya no había alma, aunque sí una
pareja juguetona de protagonistas. La reciente cuarta entrega, fue
una divertida película de acción donde todo valía. Y ya llegamos,
desfallecidos a esta quinta, donde no se puede desfasar más sin caer
en el ridículo. El nivel ha ido subiendo: rascacielos, aeropuerto,
ciudad, país y ahora llegamos ya un conflicto internacional. Si hay
una sexta parte tendrá que transcurrir en el espacio. Me temo que ya
queda muy lejos el Nakatomi Plaza.
El nuevo director es John Moore,
de quien es mejor no repasar el curriculum. Lo mismo se puede decir
de Skip Woods, el guionista. El reparto un desastre. Todo
sostenido por completo por Bruce Willis y su socarronería. No
hay más. Pero algo tendrá cuando algunos seguimos aún la saga. En
el fondo nos contenamos con ver a McClane pasándolas putas, con su
dolor de cabeza y su desgana, con su mala leche, con su energía.
Tienes garantizada una factura de calidad para disfrutar de unas
buenas escenas de acción -todas rodadas por la segunda unidad- y
sabes que Willis va a estar a la altura.
¿La película en sí misma? Será un
horror, pero aquí solo puedo sentir los colores y decir que estoy
con John McClane, manque pierda.